Tarde de engaños en el coso de la Avenida de Vilches, aunque con matices. Morante de la Puebla engatusó para lo bueno y para lo malo a quienes estuvieron en la plaza; fue capaz de convertir las lanzas del miércoles en cañas -24 horas pasaron- y en deshacer el 'milagro' en menos de una hora, la que va desde que paseó a ley la oreja que cortó al primero y la de la bronca que sumó a su dilatada trayectoria cuando dio muerte al cuarto de la tarde y luego pidió permiso para irse del coso, alegando que hoy torea en Bilbao.
Sebastián Castella, que salió por la puerta grande del centenario coso almeriense, pagó a bajo precio la llave que se la abría, otro engaño para quienes pudieron entender que con poco se puede conseguir mucho.
El que no engañó fue Miguel Ángel Perera, que viene estando mal todo el año y ayer, en Almería, no salió de esa peligrosa vía. Tal vez, como sus compañeros de terna en algunos momentos, se dedicó a mostrar un mal camino al encierro de El Pilar que acabó dando la sensación de tener un mal comportamiento y, aunque hay quien dice y es verdad aquello de que «el hubiera no existe ni en la vida ni en ninguna otra cosa», posiblemente otra lidia hubiera deparado un mejor resultado para que no pareciera que en Almería 'poniendo tres pesetas en el mostrador de cualquier negocio, el de detrás del mostrador te das un duro' -entiéndase, que por cuatro arrimones se puede tocar pelo en el coso de la Avenida de Vilches-.
Del cero al infinito o al revés
Es lo grande de la fiesta, esa capacidad que tienen los genios para cambiar los pitos del miércoles por los atronadores aplausos de ayer. Claro que también va con la generosidad de Almería, de sus gentes, que al final acaban pareciendo tontos, pero que en el fondo no se les engaña tan fácilmente.
Lo de Morante es lo que tienen los 'dioses'. Son capaces de hacer milagros y, de vez en cuando, algo no entendible. Los dioses del toreo también. Morante de la Puebla fue 'dios' por veinte minutos y 'diablo' por un cuarto de hora. Y quienes ayer lo vieron torear en Almería pudieron apreciar esa 'dualidad' del diestro sevillano, que pasó del cero al infinito o, más bien, a la inversa en escaso margen de tiempo.
Morante fue una especie de Doctor Jekyll y Mr. Hyde vestido de luces. ¿El calor, el ganado? De los genios se dice que no existe justificación para sus hechos, sólo cabe la posibilidad de disfrutar de sus buenos momentos y ni siquiera lamentar cuando los tiene malos, solamente queda 'entenderlos'.
El de La Puebla del Río fue genio en el primero de su lote, con un toreo distinto al del resto. Su lucidez para ver al animal le hizo encaminarse hacia un triunfo que pudo ser de dos orejas, pese a que la estocada con la que cerró su actuación fue defectuosa. Hasta llegar a ese momento, Morante puso cosas buenas y otras no tan buenas con el toreo a la verónica, pero, cuando le salieron, los trazos de toreo a la verónica llevaban mucha carga de torero grande, que lo es. Luego, en la muleta, fue de menos a más en una faena con mucha enjundia y ejecutada con toreo fundamental, cargada en la mano izquierda.
En el toreo al natural, los muletazos fueron largos, para saborear el temple, el toreo cadencioso, hondo, bajando la mano, a la distancia. Era como si tuviera una de esas lanzas que convirtió en cañas atada al hocico del toro, que buscaba la muleta pero era incapaz de alcanzarla.
Lo tuvo todo para irse al callejón con dos orejas. Sin embargo, la espada cayó baja y la decisión final sólo le permitió pasear una oreja que, visto el peso de la conseguida por Castella -sobre todo la segunda-, tiene sabor a dos orejas y rabo.
Sin embargo, todo cambió tras el descanso. Morante pareció ponerse las gafas de moda, 'las de 3D' y vio las complicaciones del cuarto de la tarde en tres dimensiones para poner los cimientos y salir de Almería del mismo modo como se fue en la tarde del miércoles entre 'pitos y flautas'. Puede que el animal no respondiera al estilo del toreo del sevillano, pero también hay que ponerlo en duda, porque un trasteo de no más de cuatro muletazos -o alguno más, no vaya a que me tachen de 'mentiroso'- fue fundamento suficiente para poner 'pies en polvorosa', tras una estocada caída.
De 'más' a menos
Curiosamente, el triunfador de la tarde, por trofeos, fue Sebastián Castella, aunque sus argumentos no fueron lo suficientemente convincentes como para consentir un triunfo que, seguramente, al diestro de Beziers no le valga para nada. Y es que al francés fue demasiado encimista en su comportamiento, aunque más en el quinto que en el segundo de la tarde, al que no llegó a entenderlo y con el que le faltó fijeza.
Se lució en un quite por chicuelinas a su primero, al que remató con un 'tres en uno' -tafallera, de frente y por detrás y una navarra obligada por el empuje del toro-.
Gustó su actitud en el comienzo de la faena con la muleta, con su habitual 'carta de presentación', un pase cambiado por la espalda que dio paso a series con la derecha de más a menos en calidad e intensidad, en las que el temple fue desapareciendo con arreglo al número y en el que dio la sensación de no acoplarse con el burel. Aún así, cortó una oreja y se pidió la segunda.
En el quinto faltó lidia y el toro de El Pilar aprendió latín para llegar a la muleta, donde la transmisión de Castella hacia el tendido llegó por un toreo en la distancia corta, con el que intentó y consiguió 'vender la burra' a más precio del que en realidad valía. Mató hasta mal, pero fue suficiente para irse 'contento'.
Ni lo uno ni lo otro
A Miguel Ángel Perera se le esperaba como 'hacedor' de lo mejor de la tarde, pero lo que se le presuponía haría no fue ni la mitad. Le faltó acoplarse y otras tantas cosas que se le justifican a los que no suelen pisar el albero en tantas ocasiones como lo hace el extremeño. A su primero no le pudo con el capote y, posteriormente, con la franela le costó, porque tuvo un inicio complicado, poco pulcro, con enganchones, por tanto.
Mejoró conforme avanzó la última parte de la faena, aunque con el matiz de ser pases sin terminar, cortándolos a mitad de recorrido, cuando cogió la muleta con la mano derecha, en la que faltó temple y ligazón. Por la izquierda se quedó en sólo intenciones.
Además, con el que cerraba el festejo, tampoco se 'entregó' demasiado, sacando más bien poco. Eso sí, con la característica de convertirse en pases 'vacíos', sin contenido, que no consiguió premio porque no lo mereció.
De haberlo logrado hubiese sido una tarde de engaños, en la que Morante lo hizo casi todo, lo bueno y lo malo. Los demás 'mal utilizaron' los engaños para conseguir a cambio de nada o más bien poco. Se llevaron duros por tres pesetas y no es por la devaluación de la moneda. ¿O sí?
(Ideal.es)