Curro Díaz vuelve a apuntar el toreo bueno

Corrida tremenda de El Vellosino. Una auténtica gayumbada, como se decía antes. Toros que quitaban el hipo al verlos aparecer por la puerta de chiqueros. Enormes de volumen y astifinos como puñales. Vamos, un premio para torear en Madrid. Afortunadamente para la terna sólo se quedaron en grandullones porque luego no sacaron peligro, aunque tuvieran los problemas típicos del toro descastado y sin fuerza.

Este sería un vistazo general a la corrida, pero al detalle hay que destacar el juego del tercero y el quinto, dos toros que metieron la cara con mucha clase y que, por su presencia, transmitían un plus de importancia a la faena. Por encima de todos, me quedo con el quinto que derribó con estrépito en varas y provocó la ira del picador de turno, Pepillo Hijo, el cual quiso tomarse la revancha por el costalazo. Un tercio de varas innoble y que el toro soportó con fiereza.

En la muleta tuvo la embestida de los toros ideales para Madrid, es decir, largo recorrido y mucha codicia. Por desgracia Javier Conde no sacó agallas para ligarle los muletazos y se conformó con unos cuantos derechazos. Conde se iba de la cara del toro para tomar aire. Todo era intermitente, sin continuidad ni unidad. Y así se desperdició este toro que nos habría gustado ver en otras manos.

Por ejemplo, las del mismo Curro Díaz y, por qué no, las de Juanito Mora, que estuvo dignísimo en esta reaparición en Madrid. Llegaba ayuno de contratos y con 47 castañas encima. Sin embargo dió la cara en sus dos toros. Le robó al primero los pocos muletazos que tenía y en el cuarto dejó constancia de su indiscutible calidad en algunos naturales y en los de la firma. Todo con compostura. Nada que objetar el veterano torero. Además, se le agradece la lección de responsabilidad como director de lidia.

La tarde pintaba claramente para Curro Díaz. De entrada se llevó el tercer toro, que se empleó en la muleta. Curro nos regaló esas pinceladas de su firma. Figura relajada y desmayo en cada muletazo. No cuajó la faena, pero dejó el aroma del buen gusto, que ya es de agradecer. Y en el sexto los naturales de frente y los trincherazos, muy relajados, sellaron una actuación entonada. Pero sigue sin cuajar de verdad un toro en Madrid.