En uno de los mejores partidos de la historia de la NBA, Pau Gasol hace historia ganando su segundo anillo · El español, decisivo en los momentos más importantes del partido · Lakers y Celtics firman unas Finales que ya son un clásico
Mientras los intensos focos del mundo entero apuntaban a la cabeza de Kobe Bryant, que posaba para un fotógrafo con su mujer y sus dos hijas con la mano extendida en señal de sus cinco anillos, Pau Gasol, detrás de la marabunta, disfrutaba en segundo plano del que es, posiblemente, el día más glorioso de su carrera profesional, atrás de la formación como el chico alto de la clase cuando hacen la foto de fin de curso. Antes, en la entrega del galardón, Kobe había llamado al larguirucho español para pasarle el trofeo Larry O'Brien antes que a nadie, rindiendo pleitesía al que, Kobe lo sabe mejor que nadie, fue el salto de calidad en el séptimo partido. Pero la metáfora volvía a ser clara: los focos para KB24, la gloria en segunda fila para PG16.
El MVP era para Kobe, y quizá en el global de los siete partidos puede que lo fuera para él. Pero sólo quizá. Pau Gasol reservó sus pocas fuerzas, las que no tenía, para jugar unos minutos finales de absoluta leyenda, siendo, sin duda, el alma del equipo, el que puso la victoria en la orilla para que los demás tocaran tierra. Es su labor en este equipo y la que acepta porque sabe que es el salvoconducto para ganar anillos. Ya van dos, y los que vendrán. MVP para Kobe, 'MVPau' para Gasol.
Dicho esto, hay partidos que son imposibles de describir, que te pasan tan por encima que no hay análisis técnico-táctico posible: sólo pueden describirse desde las emociones, desde las pasiones que el deporte y sólo el deporte es capaz de despertar. La tensión inaudita, el mundo mirando en pleno a 10 tíos, y ellos ahí, plantados en una placa de parquet brillante, controlando toda esa presión en un deporte de precisión, que exige pulso firme para que una pelota pequeña entre por un aro que mengua en días como éstos. Y entre toda esta marabunta de arrolladoras emociones, un tipo de una pequeña población de un pequeño país, alargado como un ciprés, blanco como un alma pura, barbudo como un guerrero sin fusil. En esa colección de dioses en medio de la batalla, uno de los nuestros tomando el mando, templando, animando. Nadie puede hacer más poderoso a su país y a los que lo admiramos que Pau Gasol
Mientras los intensos focos del mundo entero apuntaban a la cabeza de Kobe Bryant, que posaba para un fotógrafo con su mujer y sus dos hijas con la mano extendida en señal de sus cinco anillos, Pau Gasol, detrás de la marabunta, disfrutaba en segundo plano del que es, posiblemente, el día más glorioso de su carrera profesional, atrás de la formación como el chico alto de la clase cuando hacen la foto de fin de curso. Antes, en la entrega del galardón, Kobe había llamado al larguirucho español para pasarle el trofeo Larry O'Brien antes que a nadie, rindiendo pleitesía al que, Kobe lo sabe mejor que nadie, fue el salto de calidad en el séptimo partido. Pero la metáfora volvía a ser clara: los focos para KB24, la gloria en segunda fila para PG16.
El MVP era para Kobe, y quizá en el global de los siete partidos puede que lo fuera para él. Pero sólo quizá. Pau Gasol reservó sus pocas fuerzas, las que no tenía, para jugar unos minutos finales de absoluta leyenda, siendo, sin duda, el alma del equipo, el que puso la victoria en la orilla para que los demás tocaran tierra. Es su labor en este equipo y la que acepta porque sabe que es el salvoconducto para ganar anillos. Ya van dos, y los que vendrán. MVP para Kobe, 'MVPau' para Gasol.
Dicho esto, hay partidos que son imposibles de describir, que te pasan tan por encima que no hay análisis técnico-táctico posible: sólo pueden describirse desde las emociones, desde las pasiones que el deporte y sólo el deporte es capaz de despertar. La tensión inaudita, el mundo mirando en pleno a 10 tíos, y ellos ahí, plantados en una placa de parquet brillante, controlando toda esa presión en un deporte de precisión, que exige pulso firme para que una pelota pequeña entre por un aro que mengua en días como éstos. Y entre toda esta marabunta de arrolladoras emociones, un tipo de una pequeña población de un pequeño país, alargado como un ciprés, blanco como un alma pura, barbudo como un guerrero sin fusil. En esa colección de dioses en medio de la batalla, uno de los nuestros tomando el mando, templando, animando. Nadie puede hacer más poderoso a su país y a los que lo admiramos que Pau Gasol