Un novillero nuevo y distinto a todos, Víctor Barrio, ha animado el cotarro de qué manera. Valiente a carta cabal y con el toreo en la cabeza, que interpreta también con mucho sentimiento. Ha sido la sorpresa más agradable en lo que va de temporada en Las Ventas.
Ha convencido por su disposición y buenas maneras, por ese querer a toda costa que define el estilo de los toreros con raza, y por el regusto de sus formas. La plaza ha vibrado con él como hacía tiempo no se veía en Las Ventas, y en dos faenas muy distintas.
Lo malo es que el presidente se ha cerrado en banda para negarle la segunda oreja del tercero y la primera del sexto, midiéndole como si ya fuera una figura del toreo, y es posible que no se equivoque, pues de seguir con la actitud y aptitud de hoy Víctor Barrio va camino de algo muy serio.
No ha sido nada fácil la novillada. Eso como premisa para valorar aún más el triunfo del debutante, que salió a todos los quites posibles, y resolviendo con un valor y una capacidad de asombro.
Toreo variado
Diferente a todos por la forma de plantear las faenas. El recibo en el mismo centro del ruedo por tafalleras a su primero. El quite a la verónica y la apertura de faena a ese mismo novillo de rodillas y toreando como de pie, corriendo la mano con extraordinaria firmeza y mando, al tiempo como mucha donosura, sacando el trapo por debajo de la pala del pitón. Toreo recio y de calidad.
Y recuperada la verticalidad, en lo fundamental, con exquisita apostura y pulso firme. De la cadencia a la estética, y de ahí a la profundidad. Y sin poder hablar de un buen novillo, puesto que iba sólo a medio viaje. Un final de trincheras y recortes, todo muy limpio y muy seguido. Y el de pecho, extraordinario remate echándose al novillo por delante.
Fue faena de arte, pero antes de valor y poderío.
El sexto, novillo más complicado, desarrolló un peligro de los que no trascienden, quedándose tan corto que se volvía antes de llegar al embroque. Pero no le importó a Barrio, que ya había dejado con el capote unos majestuosos lances a la verónica, y prologó faena con un escalofriante cambiado por detrás.
Por el pitón izquierdo, el menos malo, lo natural de nuevo con mucho aplomo y exquisito gusto. Ensayó a derecha a pesar del peligro por ahí y volvió a firmar un epílogo con doblones de exquisita torería incluida la guinda de un desplante muy a modo.
La plaza boca abajo, es decir, aplaudiendo frenéticamente de pie. La estocada no fue buena, algo atravesada, y fue necesaria otra. Pero la petición de oreja fue más que mayoritaria. El presidente, tan cicatero como en el anterior, volvió quitársela, y la bronca que se llevó fue de órdago. La vuelta al ruedo, eso sí, tuvo sabor a trofeo. Algo apoteósico. En Madrid no se habla de otra cosa más que de Víctor Barrio, torero de sello importante.
El resto, sin pena ni gloria
Los otros dos alternantes no fueron ni sombra en la tarde. ¿Dos recomendados y atrevidos para hacer el paseíllo en Madrid con tan escasos recursos e ilusión?
No 'sirvió' el primero, ni Parralo estuvo por la labor. El cuarto 'se dejó' algo por el derecho, pero el panorama del novillero el mismo.
Barberán tampoco superó las dificultades de su primero, de medias embestidas y con la cara alta. El quinto, sí, fue novillo para estar con otra disposición y más inspirado. La ovación en el arrastre y los pitos a Barberán lo dicen todo.
Contraste entre lo bueno y lo malo más que notable. Lo primero se llama Víctor Barrio