Y con la número 67, se acabó. Se terminó ayer la temporada en Madrid con la vigésimocuarta novillada del año sobre dicho total de 67 funciones. Un dígito enorme de tardes para un balance nefasto en el escalafón inferior. Ni una sola Puerta Grande y tan sólo media docena de orejas, contando la cortada ayer por Adrián de Torres, se antoja un mediocre resultado para aquellos que ¿pelean? por ser las figuras del toreo de mañana.
Como primer coso del mundo que es, Madrid debería ser garantía de al menos de esto último. De ganas, de coraje, de querer. De estar en novillero. Lo estuvo el joven jienense en el tercero y logró arañar una oreja. Con rasgos "talavantescos" De Torres firmó un trasteo a más, iniciado por ajustados estatuarios, basado en la firmeza y la colocación ante un novillo de embestida bruta, pero que tuvo emoción. Lo mató de estocada desprendida, tras unas ceñídisimas manoletinas, que terminaron de calentar al público para premiarlo con un apéndice.
Se volvió a dejar ver en el quinto con un vistoso quite por gaoneras. Ante el sexto, un marmolillo de cuatro patas que duró serie y media, no tuvo opción alguna de poder fajarse en busca de la salida a hombros.
Menos suerte tuvo Luis Martín Núñez, que terminó la tarde cortándose la coleta en un gesto de rabia torera. Tras un trasteo en el que no lo vio claro ante un novillo muy mal picado. El varilarguero clavó la puya sin tino y sin cuidado reiteradas veces de forma desesperante y el animal se quedó muy crudo. Imposible hacer carrera de él con la franela. Tras varios desarmes y un sainete con el descabello, el novillero sevillano se vino abajo. Se arrancó el añadido, lo mostró y lo enterró en el albero antes de romper a llorar. Inconsolable en el callejón.
Sorteó para abrir plaza el utrero de menos fuerza de un encierro de Rocío de la Cámara a la que le faltó tanto trapío por fuera como motor por dentro. Se gustó en los de recibo a la verónica para sacarlo a los medios. No hubo más. Con la muleta, el trasteo fue siempre a media altura y sin ligazón.
Completó la terna Manuel Fernández, que se llevó un buen susto con su primer adversario ya tumbado herido de muerte. El burel lanzó un derrote seco que rajó la taleguilla y le dejó un puntazo en el muslo derecho antes de irse al "otro barrio". El de Dos Hermanas se topó con un lote desrazado, igual que sus hermanos de camada, con el que brilló en el manejo de los aceros pasaportando con sendos espadazos a los dos utreros.
Y así se bajó el telón. Como ese alocado amor de verano que se apaga con el frío. Se acabó el sueño de una noche de verano. O mejor, el de una temporada en la que soñamos triunfos como el de El Juli bajo el purificador aguacero de La Maestranza con sabor a Puerta del Príncipe o el de la épica nostálgica y otoñal del romántico Juan Mora. También soñamos despiertos con aquel memorable tercio de quites entre Morante y Daniel Luque o con los indultos de Miguel Tendero y Serafín Marín en Barcelona. Dos finales felices para la pesadilla. Porque también hubo desasosiego entre la placidez del ensueño. Un año cargado de verdad y sangre como la de Luis Mariscal, Arturo Macías, Julio Aparicio, Noelia Mota y tantos otros que sumar a la cornada más grave, la llegada desde el Parlamento. Para remediarlo, ahora seremos de Cultura. Como la pintura, como la escultura, como el teatro... porque la vida es sueño. Y los toros, sueños son.