Alejandro Talavante y Miguel Ángel Perera se han quedado sin premio por distintos motivos en el cuarto festejo de la Feria de El Pilar de Zaragoza en una tarde en la que se apuntaron muchas cosas que al final quedaron a medias y en la que se esperaba más de una corrida de Cuvillo, que fue baja de raza. A Perera El Palco le negó una merecida oreja solicitada con fuerza por el público lo que desoyó el Presidente incumpliendo el Reglamento. Talavante, por su parte, emborronó feamente con la espada una faena de peso al tercero perdiendo premio.
Alejandro Talavante instrumentó una faena importante ante el manso pero noble y bueno que hizo tercero, frente al que bordó el toreo al natural en dos tandas de hondura. Después, su oponente le desarmó en las bernadinas finales, pero dos feas estocadas que hicieron guardia le restaron el merecido premio. Con el sexto, un astado con temperamento que fue mal lidiado en los primeros tercios, Talavante tomó excesivas precauciones antes de volver a usar mal la espada.
Miguel Ángel Perera realizó una valerosa faena al segundo, un complicado animal que fue desarrollando peligro y acortando su recorrido a medida que avanzó la faena, en la que puso en apuros al extremeño, que aguantó con estoicismo miradas y consiguió tirar de su oponente hasta que se metió entre los pitones dándose un arrimón al final del trasteo. El Palco no supo valorar el valor mostrado por el diestro, y le negó antirreglamentariamente una justa oreja que fue pedida con fuerza por el público. El quinto, un animal que embistió a su aire y con poco celo, duró muy poco y a pesar de que Perera lo dosificó instrumentándole dos tandas sin obligarlo, cuando se echó la muleta a la izqauierda, el toro se apagó. Lo pinchó, porque el animal ya no podía aguantar más.
Antes, Morante solo pudo dejar algún destello de su peculiar tauromaquia al comienzo de la faena frente al flojo y deslucido primero, un astado claudicante que resultó desrazado. Frente al cuarto, el sevillano hizo un esrfuerzo ante un toro que pareció mejor de lo que fue. Morante le dio sitio, y el animal cuando perdió la inercia del muletazo, embisitó sin clase. Al final, cuando el torero lo quiso enganchar, el toro se terminó.