El Celta se fue rejuvenecido de Girona, con el pase en el bolsillo a la cuarta eliminatoria y con un juego brillante que puede reforzar aún más su autoestima en una semana que puede marcar un punto de inflexión. Los de Eusebio mejoraron en todos los aspectos del juego y dejaron la sensación de que son más equipo de lo que habían demostrado hasta ahora.
Eusebio afrontó la Copa como lo que es, un torneo incómodo e inoportuno en las tres primeras rondas y con la única utilidad de servir de banco de pruebas, lo que daba al estratega la posibilidad de dar minutos a los no habituales. Con ellos, de cualquier forma, el partido debía de calibrar la recuperación de los vigueses después dehaber logrado su primer triunfo en Liga.
En la primera parte el Celta dominó y tuvo más posesión de pelota. Fue superior al Girona y dispuso de numerosas ocasiones. Marcó dos goles y pudo haber hecho más. El Girona no remató entre los tres palos y dio todo tipo de facilidades, sobre todo en los dos goles del equipo de Eusebio. El Girona confirmó que se encuentra en un mal momento, no supo responder ofreciendo un juego deslabazado y con una falta de actitud exasperante. Y en las tímidas llegadas de los gerundenses, el peligro quedaba muy lejos de Yoel, bien custodiado por un Noguerol que no hizo concesiones.
Más ganas visitantes
El Celta comenzó a carburar en el centro del campo, donde López Garai y Michu estuvieron con muchas ganas y además no se encontró oposición ante la nula presión de los catalanes. Saulo, muy activo en la primera media hora, dispuso de tres claras ocasiones de gol, la mejor, la última de ellas, después de una buena jugada de Danilo. No fueron las únicas, porque el partido se quedó en monólogo, con un Celta que tiranizó a un débil Girona como si fuera un sparring. Con todo, tardó en llegar el gol más de lo que mereció el Celta.
Hubo que esperar a la recta final. El primero se gestó a balón parado, a la salida de un córner que bota Danilo desde la derecha y Iago Aspas aprovecha la pasividad de la defensa gerundense para impulsar el balón a la red. Más espectacular fue el gol que hizo Michu cuatro minutos después, con un zurdazo desde media distancia que dejó a Jorquera como una estatua. Los dos tantos dejaron el partido virtualmente sentenciado.
En la reanudación, el Girona hizo tres cambios para cambiar la fisonomia de su equipo, pero no lo consiguió. Y el Celta, donde solo entró Bustos, no perdió el ritmo ni la intensidad, haciendo un fútbol control. El equipo de Eusebio priorizó la posesión y el no perder balones para no correr riesgos. El Celta hizo entonces una exhibición de toque, de juego corto y seguro, con un derroche técnico que le hizo elevarlo a una altura hasta ahora desconocida. No perdió un apice de confianza ni de seriedad, aunque para ello siguió contando con la generosidad de un Girona desastroso que quizás puso demasiados aumentos en lo que hizo el Celta.
Los vigueses terminaron por sentenciar, por si había dudas, muy pronto, en una jugada de Abalo, en la que se va de Migue y pone el balón para que Saulo, completamente solo, marque el tercer gol de la noche. Todo lo que quedaba estaba ya demás, porque ni el Girona podía pensar en marcar tres goles ni el Celta íba a ser capaz de permitirlo. Tan solo en la recta final Tortolero maquilló el marcador.