Necesitaba Lorenzo la pole ayer más que ningún otro día, para cargarse de confianza, y la logró por el estrecho margen de 24 milésimas sobre Stoner y 131 sobre Pedrosa. Es la cuarta de la temporada, todas consecutivas, y la mejor forma de responder al desplante poco torero que tuvo Rossi el jueves con él, cuando no quiso valorar el detalle del español al subir al podio de Mugello con una de sus camisetas, como homenaje. El buen talante del líder se notó también en su discurso ante los periodistas, hablando de Pedrosa y Stoner como únicas preocupaciones para hoy y para el título, porque Valentino, por muy grande que sea, lo tiene a 104 puntos de distancia.
Sin embargo, en este deporte no hay nada dicho hasta que cae la última bandera a cuadros de la temporada. Pudimos comprobarlo en la calificación de Sachsenring cuando a Lorenzo se le reventó el motor en plena recta, a 250 por hora. El peligro no estuvo en las llamaradas ni en el humo blanco. Estuvo en el chorro de aceite que perdía su Yamaha. Si en lugar de ir a la bota derecha hubiera ido a la rueda trasera, el revolcón del español habría sido de aúpa. No hay más que ver cómo cayeron De Puniet y Spies en el final de recta al pisar el reguero que dejó la moto del español.
Rossi, que está cumpliendo más que de sobra con su sola presencia en la pista, aseguraba que, saliendo desde el quinto puesto, con un tiempo medio segundo peor que la pole, aspiraba a la cuarta plaza en el mejor de los casos.
El piloto italiano tendrá a su derecha a un sorprendente Héctor Barberá, sexto en su mejor calificación y justo por detrás de Pedrosa en la parrilla. Ojo al catalán, que se le ve más satisfecho que nunca con el rendimiento de su Honda y ya sabe lo que es ganar en esta pista