Los toros de la ganadería sevillana de Dolores Aguirre Ybarra protagonizaron este sábado un encierro, el cuarto de los Sanfermines, rápido y peligroso, en el que varios corredores resultaron heridos con traumatismos, aunque ninguno fue corneado.
El encierro, que duró dos minutos y 53 segundos, fue presenciado en sus últimos metros por la alcaldesa de Pamplona, Yolanda Barcina, junto al padre del joven Daniel Gimeno, que murió en el encierro del 10 de julio del año pasado en este mismo tramo, donde este domingo se colocó una camiseta y algunas flores en su recuerdo.
Con algo más de afluencia de corredores que en días anteriores, el encierro comenzó a las ocho en punto de la mañana cuando la manada salió de los corrales de Santo Domingo encabezada por los cabestros.
Ya desde este momento la torada se estiró con los mansos y tres toros por delante, seguidos unos metros más atrás por otros tres, uno de los cuales resbaló, chocó con uno de sus hermanos y, desorientado, se dirigió hacia la parte izquierda de la calle, aunque sin alcanzar a ningún corredor.
En Santo Domingo, sin embargo, sí que se producieron varias caídas de corredores cuando intentaban evitar a la manada, que en este primer tramo del encierro va a gran velocidad.
A la entrada de la Plaza del Ayuntamiento uno de los de Dolores Aguirre volvió a caer al suelo, lo que le separó de sus hermanos, que junto a los cabestros atravesó la calle Mercaderes velozmente sin hacer caso a los corredores.
Recorrido en la calle Estafeta
Poco antes de llegar a la curva de la Estafeta uno de los astados resbaló de nuevo, pero se levantó con rapidez y continuó la carrera por la izquierda junto a otros dos toros y los cabestros, poniendo en peligro a dos mozos, que quedaron atrapados entre la manada y la pared.
La manada recorrió la calle Estafeta dividida a veces en dos grupos y otras en tres, lo que permitió a los corredores intercalarse entre los animales y realizar carreras muy vistosas, de larga duración, y lucirse así ante las astas, pero también hubo imprudentes que agarraron a los toros por los cuernos y les tocó el lomo, aunque sin que los morlacos se fijaran en ellos.
Con algunas caídas y resbalones, el encierro, con dos toros rezagados, llegó al tramo de Telefónica, donde uno de los "aguirres" resbaló y, al levantarse, se quedó quieto en el lugar, giró sobre sí mismo y sin hacer caso a los pastores y corredores que le intentaban hacer seguir el camino.
A la plaza entró primero tres de los astados junto a los cabestros, seguidos por uno de los toros rezagados, que entraron a los chiqueros sin mayores contratiempos, mientras que los dos últimos entraban después y se desviaban hacia la parte derecha del coso algo despistados, aunque los capotes de los dobladores los condujeron sin problemas a los corrales.