Las noches en Ibiza son largas -la ciudad acaba de clausurar el Ibiza International Film Festival-, y su cara lo denota. Pero está de buen humor: Álex de la Iglesia vive un momento "feliz". Pese a la crisis, el recorte presupuestario a las subvenciones y las críticas de un público que, pese al éxito de determinadas películas, sigue sin entregarse al cine español.
Año y medio presidiendo la Academia.
Sí, y merece la pena. Aunque lleva mucho tiempo, y no está remunerado. Y supone un gran compromiso, mucha implicación para que las cosas funcionen. Pero se hace con alegría, ánimo y mucho orgullo. Mi deber es comunicar, y lanzar el trabajo de todos los compañeros de profesión. Y la gente está respondiendo, implicándose. Está más activa que nunca. Las cosas han cambiado, lo que ya es un triunfo.
¿Es muy distinto a dirigir películas?
No tanto. Es muy agradable porque conoces a gente muy diferente, y si logramos cosas buenas para el cine español merecerá la pena. La clave es hablar. Mucho, y con quien sea. Y facilita las cosas hacerlo con gente de cine, y defender su trabajo, no el mío.
Nuestro objetivo es lograr la estructura de financiación y ayudas que hay en otros lugares: dinero para producir películas¿Cuál fue el mayor problema cuando llegó al cargo?
El primer reto era conseguir unir al cine español. Una vez lo consigamos, cuando ordenemos la casa, podremos conseguir más cosas. Por ejemplo, igualarnos a otros países. Ese es nuestro objetivo: lograr la estructura de financiación y ayudas que hay en otros lugares. Esa es la idea: lograr dinero para producir películas.
¿Por qué estaba el cine español tan desunido?
Es algo frecuente en la cultura y en la industria española. El cine es una industria, y tenemos que financiar un producto que salga adelante. Convencer a la gente de que es necesario que haya un cine español. Aliarnos, y conseguir otros amigos en la industria audiovisual.
¿Por ejemplo?
Las televisiones. Es fundamental unirnos a ellas, y querer lo mismo. Producir juntos.
¿Qué respuesta ha encontrado?
Muy buena, y muchas ganas de hablar y solucionar las cosas. Vivíamos un momento de estreñimiento, no existía una comunicación. Y te digo una cosa: casi todos los problemas se solucionan si logras que las partes se reúnan en una mesa. Después, hay que ceder, ser elástico.
¿Dónde aprendió todo eso, de su propia experiencia o fijándose en la de otros países?
Las dos cosas. Mi modelo es el cine francés, es a lo que debemos parecernos. Además, estoy aplicando lo que he aprendido haciendo cine: fomentar la colaboración, llegar hasta donde puedas con un presupuesto. Para eso hay que negociar mucho.
¿Con las distribuidoras y exhibidores, por ejemplo?
Por ejemplo. Debemos contar con ellos, porque el cine no es sólo de creadores: si una película no se ve, no existe. Así que ellos también forman parte de esto.
Tema obvio: ¿y la piratería?
Hay que solucionar la ventana de Internet. Que los exhibidores comprendan que el cine se está viendo mucho ahí, y tenemos que hacerlo de forma legal. Es muy difícil, porque hay muchos intereses de por medio, pero tenemos que defender nuestro trabajo. Para eso debemos reconvertir el producto, porque la partida ha cambiado. La gente ve más películas en casa que en el cine y tenemos que aprovechar ese hueco.
¿Por qué tanta gente dice que el cine español es tan malo?
Muchos, por desgracia, porque lo han leído o se lo han dicho, porque ni siquiera ven nuestras películas. Pero también te digo una cosa: estoy convencido de que nuestras películas son horrorosas. Y que podemos hacerlas mucho mejor. Pero contando con el público: que las vean primero, y después opinen.
Debemos esforzarnos por la autofinanciación, que esto sea un negocio, reconocer nuestros errores y convertir ésta en una industria sólidaOtra frase mil veces repetida: ¿por qué el cine español recibe tantas subvenciones?
Esa imagen responde a intereses creados. No estamos más subvencionados que los tomates o las patatas, y estoy un poco cansado de esa leyenda. Otro ejemplo: sólo el Museo Reína Sofía recibe más subvenciones que todo el cine español. Así que no es cierto que recibamos tanto dinero. Pero es verdad que debemos esforzarnos por la autofinanciación, que esto sea un negocio, reconocer nuestros errores y convertir ésta en una industria sólida. Hay cauces: por ejemplo, como en América, exención de impuestos para gente que anime la producción, o que ruede en determinados lugares.
¿Qué le parece el recorte de subvenciones?
Es de cajón: todo este país está sufriendo recortes y ajustes, y tenemos que aguantarnos, como todo el mundo. No es una medida contra el cine o la cultura, sino algo que asumir y vehicular. No estoy encantado, pero hay que aceptarlo.
¿Es el cine español tan de izquierdas?
Quiero despolitizarlo. La Academia representa al cine, no a ninguna ideología. Otra cosa es que haya gente interesada, por otras razones, en transmitir esa imagen. La gente, y los medios, deberían preguntarse el porqué.
Y en plena batalla por el cine, acaba de rodar Balada de triste de trompeta.
Mañana mismo empiezo a montarla. Espero poder estrenarla en Navidad, y estoy encantado. Es una película muy salvaje, porque estoy de muy buen humor.
En todos estos años, ¿qué ha aprendido como director?
A tener paciencia, algo esencial para poder soportar la vida. Y a valorar lo bueno y despreciar lo malo.
¿Es muy malo presidir la Academia?
Todo lo contrario. Si lo enfocas con alegría, las reuniones pueden ser divertidísimas. Además, cada vez soy más mayor, malo y apaleado. Pero ya lo decía Hawks: pega y encaja. Es la clave.
BIO. Alejandro de la Iglesia Mendoza nació en Bilbao en 1965. Con 10 años, empezó a dibujar cómics. Es licenciado en Filosofía. Sus inicios en televisión fueron como decorador. Pedro Almodóvar apadrinó su primer filme, Acción mutante, de 1993. El día de la bestia, de 1995, ganó seis premios Goya, entre ellos el de Mejor Director. En la actualidad, es presidente de la Academia de Cine y dirige la serie Plutón B.R.B. Nero. Su última cinta, Balada triste de trompeta, en la que trabajan, entre otros, Santiago Segura y Fran Perea, está en fase de montaje.