A estas alturas de la vida, uno ya está cansado de ver jóvenes promesas que se van a comer el mundo y después, por unos u otros motivos, se quedan por el camino. A muchos les pasa esto porque pierden el contacto con el suelo y se les sube demasiado pronto la gloria a la cabeza, sobre todo cuando han pasado hambre y, de repente, se encuentran bañados en oro; a otros les pasa porque las exigencias del campo profesional no son las mismas del amateur, en kilometraje y dureza, y acusan en exceso el cambio. Hay otros, por qué no decirlo, que eran buenos de manera artificial y el tiempo acaba por descubrir su fórmula y por ponerles en su sitio.
No sé qué pasará con Peter Sagan en el futuro, pero está claro que lo que está haciendo este año es sencillamente asombroso, teniendo en cuenta que sólo cuenta con 20 años (nació en Zilinia, Eslovaquia, el 26 de enero de 1990) y que disputa su primera temporada de profesional, ya que en 2009 corrió en el modesto Ducla Trencin-Merida, de categorìa Continental y donde también corría su hermano Juraj. Lo normal, en estas circunstancias, es acusar el cambio y, en el mejor de los casos, cerrar el año habiendo dado algunos destellos de calidad. Sagan, sin embargo, no ha dejado de brillar, y ganar, desde el principio. Y lo digo cuando acaba de abandonar, física y psíquicamente reventado, la Vuelta a Suiza.
Si no fuera por los antecedentes del eslovaco, pensaría que Sagan es de esos corredores artificiales que, gracias a las pócimas mágicas que todavía reinan en algunos ambientes, destacan desde muy jóvenes. Pero Peter ha llegado al pelotón profesional precedido por sus éxitos, tanto en mountain bike como en carretera y ciclocross, ya que, salvo la pista, ha dominado en las demás especialidades. Los asíduos a las pruebas de ciclocross en el País Vasco todavía recuerdan sus exhibiciones cuando era júnior, categoría en la que fue campeón del Mundo de mountain-bike y medalla de plata en ciclocross. Curiosamente, los dos títulos se disputaron en Italia: en Val di Sole el de BTT y en Treviso el de invierno. Y en los dos tuvo al francés Jouffroy por rival: en mountain-bike se impuso al galo, pero en ciclocross se tuvo que inclinar, por un error técnico, ante él. También ganaba carreras en ruta.
Sin embargo, pese a estos antecedentes, sólo pudo correr en 2009 en el modesto Ducla Trencin-Merida, en el que militaba su hermano Juraj, dos años mayor y el culpable de que se dedicara al ciclismo. Pese a tener sólo 19 años, consiguió tres victorias y varios puestos de honor. También fue cuarto en el Mundial de mountain bike sub 23. El equipo Quick Step le seguía la pista y le hizo algunas pruebas médicas, pero a la hora de la verdad fue el Liquigas el único que le hizo una oferta seria. No sabían, lo han descubierto este año, la joya que estaban comprando.
Sagan debutó con el Liquigas en el Tour Down Under, una prueba del calendario ProTour en la que coincidió con el mismísimo Armstrong. Pero lejos de acusar el cambio de ritmo y de nivel, estuvo siempre delante, codo con codo con Evans, Luis León y Valverde, entre otros. Todos se preguntaban: "¿Quién es este desconocido con cara de crío?". Mes y medio después, en la París-Niza, dio el campanazo al ganar dos etapas y ser segundo en otras dos. Recuerdo, porque estaba allí, que Valverde y los demás hombres fuertes del pelotón no podían con él en las llegadas en cuesta. En la etapa de Aix-en-Provence, sin ir más lejos, atacó a 2 km de la meta, en un terreno complicadísimo y cuando sólo quedaban delante los favoritos, y nadie fue capaz de alcanzarle. Allí no acabaron sus exhibiciones, porque también ganó una etapa en Romandía y, más recientemente, otras dos en California. El pasado sábado fue cuarto en el prólogo de la Vuelta a Suiza, pero tras perder una minutada el domingo, en la primera etapa en línea, no tomó la salida el lunes en la segunda. Dicen que necesita descansar, porque está reventado. ¿Le extraña a alguien?
Debido a su juventud, el equipo Liquigas no tiene previsto inscribirle en ninguna grande este año. Es verdad que, hasta ahora, lleva 37 días de competición, que no son una locura, pero tampoco hay que olvidar que lleva cinco meses en forma, desde enero, algo que no es precisamente lo ideal para un ciclista de su edad y con un futuro tan esperanzador. Normalmente, entre carrera y carrera, ha tenido tiempo para el descanso, porque en enero compitió siete días, tres en febrero, ocho en marzo, seis en abril, diez en mayo y tres en junio, pero unas vacaciones por medio, sin tocar la bicicleta, no le hubieran venido nada mal. De lo que no hay duda, en cualquier caso, es de que, si no pasa nada extraño, Sagan está llamado a hacer grandes cosas en este deporte, porque lo que ha hecho con sólo 20 años no está al alcance de casi nadie. Su cuerpo, desde la cara a las piernas, aún está por esculpir, pero pasa la media montaña, sprinta, contrarrelojea y llanea. Sólo nos queda verle en las carreras de tres semanas y en la alta montaña, aunque para eso aún es un poco pronto. Conviene, no obstante, quedarse con su nombre, porque Sagan no es uno más.