A esta hora Morante de la Puebla debe estar tirándose de los pelos. Su negativa a sustituir a José Tomás le ha privado de encontrarse con alguno de los toros de Victoriano del Río que saltaron al ruedo, especialmente dos, el cuarto y el quinto. Si Morante se encuentra a cualquiera de estos soberbios toros habría formado la mundial en la plaza. La bravura y la clase de semejantes joyas merecía el capote y la muleta de un privilegiado, y ya que no podía ser José Tomás, nos quedaba Morante. Pero al de la Puebla le ha faltado casta para venir dos tardes seguidas a Madrid. En su conservadurismo llevará la penitencia. Tenía la gran ocasión de su vida, la de salir de una vez por la puerta grande de Madrid.
Y ese triunfo lo ha tenido en la mano Sebastián Castella. El francés ha estado en su salsa, con un público casi dominguero y triunfalista que le ha aclamado todo y que se ha deslumbrado, como un pardillo con los alardes de Castella en la cara del toro. En su primero ha templado en los derechazos y naturales, pero colocado fuera de cacho, como en él es normal. Una faena más efectista que profunda. La oreja me supo a pueblo. Pero en el quinto, un inmenso toro, comenzó arrollador. Los cambiados, las trincheras y los pases de la firma le salieron bordados, todo muy ligado, muy vibrante, con la plaza en pié. La bisutería estaba muy bien, pero faltaba la joya. Y esa no llegó. Castella derivó en una faena para Quito, Sanlúcar o Gijón, pero no para Madrid y mucho menos ante un toro de tanta importancia. Y luego, la faenita de siempre al hilo del pitón, dejando atrás la patita y los desplantes para la galería. Para colmo, mató mal y escuchó dos avisos. Nunca Castella lo habría tenido más fácil en Madrid.
Y de El Fundi y Perera, mejor dejarlo en una piadosa referencia a que ofendieron el buen gusto con unas faenas trapaceras y de horrible desarrollo. El Fundi se dejó ir el toro de la tarde y para mí del año, el cuarto. No se puede estar peor. Perera va pendiente abajo. Su faena al sexto es la más descompuesta y atroz que le recuerdo a este muchacho. Oiga, ¡ y le habían dado la sustitución de JoséTomás!