El razonamiento parece irreprochable y más aún
si hablamos de boxeo, sección pesos pesados: cuanto más grande, más
fuerte. El axioma falla en el siguiente paso. El error es concluir que
el más fuerte gana. La equivocación es pensar que el boxeo es un
concurso que mide, exclusivamente, la fuerza. La confusión es vieja y
recurrente y nos presenta cada cierto tiempo a un gigante que
reescribirá la historia del noble arte. Así apareció Primo Carnera
(2,05), antes forzudo de circo, y así, en trazo amargo, dibujó el cine
a Toro Moreno (Más dura será la caída), un apolo argentino "con los
puños de talco y la mandíbula de cristal", según definición de su
agente, interpretado por el corrosivo Humphrey Bogart.
El problema surge cuando el gigante es manso y lee a Tolstoi, como
Valuev. La paradoja es que los cuerpos temibles se suelen acompañar de
cabezas sosegadas; son los esqueletos reducidos, recuerden y repasen,
los que provocan terremotos. Pinten de verde a Valuev y entenderán su
vida a través de Shrek: un buen tipo en el papel de ogro, justo el que
esperan los demás.
Su biografía confirma que poco había de boxeador vocacional en el
joven Nikolai Sergeyevich, primero aficionado al baloncesto, luego al
lanzamiento de disco y casi siempre poeta. Fueron sus genes tártaros
(aseguran que desciende de un gigante mongol) los que determinaron su
aspecto y los que decidieron su futuro. Después llegaron los agentes
como Bogart y a continuación, el rumor y la propaganda: La Bestia del
Este, El monstruo de San Petersburgo
Tal vez Valuev, el gigante ruso de 213 centímetros, entienda que su
derrota del domingo (perdió a los puntos su cinturón de campeón del
mundo de los pesados ante el inglés David Haye) fue una victoria y una
liberación, aunque se lo calle. Por un tiempo los rastreadores de
talentos (y millones) olvidarán a los gigantes y volverán a buscar
entre los tipos con buenas razones para pegarse, que de eso se trata.
"Chico, tú tienes algo dentro de lo que carecen el resto de los
boxeadores y que no se puede entrenar. Tú tienes odio". Eso, o algo
parecido, le decían a Rocky Graziano en Marcado por el odio. Otra buena
película.