(Ideal.es)
Gran parte del éxito en cualquier afrenta está basado en el conocimiento que se tiene del camino a recorrer para llegar a buen puerto y la tauromaquia no es una actividad ajena a esta 'máxima'. Lo de la valentía u osadía algunas veces, que también puede valer, sirven en contadas ocasiones. En una actividad como ésta de la tauromaquia, este 'sentido' se engrandece por tener enfrente algo a lo que hay que 'atemperar, dominar y hasta enseñar' y el hecho de conocer lo que sale por la puerta de chiqueros es tarea fundamental para llegar al triunfo.
El Juli se fue por la puerta grande por ese conocimiento adquirido sobre sus dos enemigos, a los que supo sacarle faena, un trabajo muy parecido al del martes, aunque la faena a su primero de ayer tenga algo más de mérito que la del mismo orden de la tarde del pasado martes en el coso de la Avenida de Vilches. También, en comparación las dos de ayer, más importante la ejecutada al primero que la que hizo con el segundo, igualmente interesante, por los méritos contraídos.
Del resto, a Ruiz Manuel le pudo faltar conocimiento para ver más allá del tercio de puyas y a ambos, tal vez, les dio más castigo del preciso. Morante pudo tener el 'fallo' no por exceso con la pica sino por defecto en la muleta, al menos en su primero. Bien es cierto que los dos toros que le tocaron en suerte colaboraron bien poco para que el diestro de La Puebla pudiera llegar al éxito. Se podría decir que el camino se le llenó de piedras, pero también 'llevó' un calzado que no era el adecuado.
Otro día poderoso
Cuando lo que hace lo consigue ejecutar tarde tras tarde no hay más 'cera que la que arde'. No es fruto de la casualidad, sino del conocimiento. Ese factor influyó y mucho en ambas lidias, la ejecutada al tercero y la que sirvió para imponerse al sexto. En la primera tuvo mando, en la segunda le funcionó el 'coco' y sobre todo la logística para pisar los terrenos en los que el de Joselito se sintiera más cómodo y nadie le hiciera recordar de nuevo el 'suplicio' al que fue sometido en el tercio de varas y en el posterior de banderillas. Porque el animal aprende que es una 'barbaridad' como diría aquel y Julián López, en tareas de psicoanalista, se lo llevó 'de la mano' a terrenos en los que el animal no tenía almacenado ningún recuerdo.
Fue un toro que puso muchos impedimentos desde la salida y una mala lidia en varas y banderillas. Desarrolló lo negativo, pero Julián López le quitó las rabietas a base de constancia, de moverlo de un terreno a otro hasta encontrar el pasto en el que sólo comiera muleta. Y se hartó de franela.
Fue la 'puntilla' a lo que había empezado como una gran tarde, porque la faena que El Juli escribió con los 'tintes' de su primero también tuvo un gran valor, desde la salida hasta el epílogo con un gran estoconazo del madrileño.
Porque tuvo en un arte tan dejado al azar, hubo también matemáticas, mucha matemática. ¿Qué sería de una faena sin tiempo y sin distancia? Para la emoción, la distancia es una clave. Julián López lleva la emoción desde la primera verónica o el quite por chicuelinas.
Con la muleta comenzó con ayudados para luego ir recorriendo el ruedo para buscar el lugar idóneo para ejecutar la faena. Lo encontró en el centro, con una buena primera tanda de derechazos.
Mostró un conocimiento exquisito de lo que tenía enfrente, con tiempo entre tanda y tanda, y administrándole un poquito menos del 'castigo' que precisaba el animal para no romperlo en el segundo pase de cada tanda. Todo ejecutado por ambos pitones con hondura, temple, la velocidad idónea para no 'manchar' la muleta con el hocico del toro, sólo tenía permiso el albero, porque las bambas se 'atascaban' en los granos de arena del centenario piso del coso almeriense.
La medida
Ruiz Manuel también tocó pelo por conocer dónde pisar para no irse de vacío tras haber desperdiciado el viaje en el primero de la tarde por los aceros. Hasta llegar a esa parte final, el almeriense estuvo elegante y sin tapujos en el toreo a la verónica para ir entrando en faena por el pitón derecho, en los que, doblándose, fue 'convenciendo' al animal del camino a seguir, para luego propinar una segunda con temple, con la distancia precisa para no dejarle tocar la muleta. Dio tiempo entre serie y serie y mimó a su enemigo, utilizando buena técnica en las dos siguientes, cada vez mejores en la ejecución. El animal, sin embargo, fue perdiendo fuerzas y dejando de embestir a mitad del embroque. Unas manoletinas con buen gusto dieron paso a un mal trago con la espada que impidió tocar pelo.
Esa sensación la logró en el cuarto de la tarde, en el que ya en el capote el 'grandón' astado de Martín Arranz apuntó 'tormenta'. Sin embargo, Ruiz Manuel atemperó los 'truenos' para fajarse con la muleta ante la acometida poco convincente del animal, que se paraba y hacía 'ascos' a los engaños, que pese a esa 'dificultad' no animaron al público cuando los trazos de algunos naturales merecían otra respuesta.
Lo clásico
A Morante no le funcionó la espada en el primer toro y no le funcionó el toro en su segundo. Bien es cierto que dejó trazos de una gran plasticidad, de un toreo esencial, muy puro que 'salta a la vista' hasta para el más neófito en la materia. El sevillano se lució y de qué manera con lances 'color sepia', de cuando se inventó la fotografía, porque tuvieron sabor añejo. Toreo a la verónica exquisito y un sentido de la despaciosidad que condicionó algunos trazos de la faena de muleta, que se fueron apagando por la falta de fuerzas del toro.
A su segundo no lo quiso ni ver. Lo complicado de la embestida del que cerraba el encierro de ayer fue demasiado peligro. El animal, soso y poco colaborador, no permitió el lucimiento. Morante echó mano al refranero castellano y utilizó aquello de «más vale al paso andar, que correr y tropezar». También es conocimiento, aunque el de verdad lo tuvo El Juli para seguir 'siendo el rey'.