Juan Belmonte dijo que para torear bien uno debe olvidarse de que tiene cuerpo. Cioran, que el dolor es lo más real, una maldición que nos hace tomar conciencia de nuestro encadenamiento al físico.
Leandro Marcos se enfrentó a este dilema ayer en Cuatro Caminos. Reaparecía después de la cornada que recibió hace nueve días en Toro. Quizás decir «después de la cornada» sea inexacto. La herida en la cara posterior del muslo izquierdo respiró sangre durante todo el festejo. Una sangre fértil, pues dio mayor valor a los bellísimos muletazos que compuso el matador vallisoletano con el buen sexto de El Pilar.
Con el muslo cosido y una mancha bermellona creciendo en la taleguilla, era preciso hundir el cuerpo en la arena para que se elevara su concepto del toreo.
La faena tomó vuelo enseguida con las series diestras de riñones encajados y el pecho ofrecido generosamente hacia los astifinos pitones de Tontillo. No sólo hubo estética, también muletazos profundos rematados muy atrás en tandas de no más de cuatro pases y el de pecho. Fueron suficientes para que el ole de la plaza pasara del tono festivo de los toros anteriores al matiz ronco de las grandes ocasiones.La sonrisa afloró al fin en el rostro del tímido Leandro, que vistió su labor con trincherillas y desplantes.
Se tiró a matar en rectitud, despacio, quedándose un poco en la cara y volcando toda su anatomía sobre el morrillo. Media espada quedó enterrada en los bajos y el toro cruzó todo el ruedo rumbo a los terrenos de chiqueros. Hubo petición de oreja, seguramente no mayoritaria. Los trofeos son lo de menos. Lo importante fue el manojo de buenos muletazos, la bravura del último toro de una corrida a la que le faltó clase y profundidad en las embestidas y la entrega de Leandro.
Su primero, una res con poca cara, sirvió por el pitón derecho. Comenzó a llevarlo por las afueras y después atornilló las zapatillas en un breve fogonazo artístico que iluminó transitoriamente la tarde, en forma de derechazos de mano bajísima sacando el engaño por debajo de la pala del pitón. Lo mató de una estocada delantera perdiendo la muleta. Los rápidos efectos del espadazo indujeron al público a poblar los graderíos de pañuelos y al presidente a conceder una oreja.
Juli y Castella debían pelear por el cetro momentáneo del toreo. La cosa quedó en tablas. Ninguno de sus toros tuvo duración ni en el tiempo ni en el espacio. Sus lotes fueron a menos a medida que avanzaba la lidia y ninguno deslizó en los engaños hasta ese punto que permite el toreo ligado sin enmendarse. El primero fue un toro goyesco, feísimo, altón y ensillado, que lució dos petacos de impresión. Con poco recorrido en los engaños, El Juli sólo pudo enjaretarle medios pases, eso sí, todos ellos templados y mandones. Lo pinchó.
El cuarto envió a la enfermería a José Antonio Galdón Niño de Belén, al que atropelló mientras lo bregaba en banderillas. Volteretón de espanto y cornada de diez centímetros en el muslo izquierdo que no interesó vasos de importancia. Fue soso y de lánguidas acometidas. Juli volvió a empujarlo hacia delante con habilidad y solvencia, armando un trasteo de méritos técnicos sin más calidades artísticas, lo que no es poco. El cañonazo con la espada explosionó esta vez a la primera salva, y un trofeo subió al marcador en el último de sus cuatro toros en la Feria de Santiago.
Sebastián Castella cuajó al segundo por la derecha. Molestado por el aire, administró bien su no muy grande capital de fuerzas. Hubo tersura y suavidad en las series diestras, pero el argumento de la faena se desinfló en su segunda mitad, cuando el toro no colaboró por naturales ni en los intentos de circular. Ante el desclasado quinto recetó muchos pases sin otro mérito que el tesón.
Ficha:
Seis toros de El Pilar, de presentación digna y desigual. Aprovechable el tercero por el pitón derecho y bueno el sexto.
El Juli: Pinchazo, media tendida, descabello, silencio; estocada trasera, oreja.
Sebastián Castella: Media desprendida, aviso, descabello, saludos; pinchazo, estocada arriba, ovación.
Leandro Marcos: Estocada delantera, oreja; media caída, petición, vuelta.
Se desmonteró en el quinto Francisco Javier Ambel. El banderillero de El Juli José Antonio Galdón fue atendido en la enfermería de la plaza de una cornada en la cara interna del muslo izquierdo de 10 centímetros, de pronóstico leve salvo complicaciones. Plaza de Cuatro Caminos, sexta de abono. Lleno.