"De Brasil me gustaría tener a Kaká, aporta desequilibrio", había dicho Maradona en la previa
del clásico sudamericano en Rosario. "No soy un gran artista como Maradona. Soy más un jugador completo.
Sé cuáles son mis limitaciones y me comporto para estar siempre mejorando", contestó el siempre ubicado y
diplomático Ricardo, quien de paso devolvió la pared al pie.
En el fútbol de hoy, ¿puede un jugador solo cambiar el rumbo de un partido? Seguramente no.
Pero al menos en la noche del Gigante de Arroyito, lo del nuevo galáctico del Madrid fue determinante.
Lo mejor de los de Maradona se vio en los primeros minutos. Con un Verón enchufado como organizador,
la Albiceleste manejaba la pelota. Eso sí, chances demasiado peligrosas, poquitas. Después el equipo se desmoronó.
Maxi y Dátolo no lastimaban por las bandas. Tevez pasaba inadvertido como todos los centrodelanteros
de los últimos tiempos. Verón tenía más corazón que fútbol y atrás quedaban expuestos en todas las contras.
Messi volvió a demostrar que es el único desequilibrante, siempre y cuando juegue cerca del área. Gambetear a
cuatro hombres pero tener que recorrer 30 metros, no sirve.