En las famosas finales siempre está presente. Por eso todavía sigue más viva que nunca el ya famoso dicho: "en el fútbol juegan onco contra once pero siempre gana Alemania".
El equipo teutón se presentaba ante una prueba dificilísima contra Rusia, en Moscú y poniendo en juego el liderato del Grupo 4, a falta de una sola jornada para el final de las Eliminatorias.
De todos modos, los dirigidos por Joachim Löw supieron sacar a la luz lo mejor de su juego, todo el oficio que les caracteriza en las situaciones límite y ofrecieron una nueva clase de concentración y oportunismo.
Sin llegar a convertirse en una máquina arrolladora, Alemania supo golpear en los momentos precisos y después hizo lo que más le gusta: aguantar la ventaja e intentar aprovechar algún contraataque.
Con la apuesta a los ya 'veteranos' Klose, Ballack y Podolski, la visita logró hacerse del dominio del juego en los primeros minutos. Con la posesión del balón, le impidió a los rusos lanzarse como una tromba.
Además, la habilidad de Mesut Özil sobre el sector izquierdo representó un dolor de cabeza constante para los dueños de casa.
Mientras tanto Rusia depositó sus ilusiones en la capacidad creativa de Andrei Arshavin, aunque el principal peligro lo supuso Aleksandr Kherzakov.
Entonces aparecieron las ocasiones. El propio delantero ruso desperdició dos oportunidades claras y le entregó el balón al portero Rene Adler, mientras que los alemanes amenazaron con un disparo de Podolski y luego sentenciaron por medio del inoxidable Klose.
El tanto llegó mediante una pared entre Özil y Podolski que finalizó con una gran asistencia del crack del Bremen a la llegada del segundo máximo anotador de la historia del seleccionado teutón.
Así, pudo concebirse una de las grandes virtudes de Joachim Löw, que es poder sacar los mejor de cada jugador en el Seleccionado, al margen de sus crisis en los respectivos clubes. Podolski puede dar prueba de eso.
Durante la segunda mitad, Rusia soltó a sus laterales y decidió salir a matar o morir, pero el cerrojo alemán ya estaba totallmente consolidado y apenas se sufrió algún disparo que supo resolver Adler o algún supuesto penalti sobre Arshavin, que Massimo Busacca decidió ignorar.
Incluso, el propio Özil pudo cerrar el resultado con un zurdazo que estrelló el horizontal.
Alemania expuso su oficio y consiguió la clasificación directa al Mundial de Sudáfrica 2010. Encima, lo confirmó en la cita más complicada de su Grupo de Eliminatorias. La Copa del Mundo ya puede recibir a otro de sus eternos candidatos.