Está demostrado, si una estrella mundial del motor se sube a un Fórmula 1 en un test mediático sus tiempos son una mentira. En los entrenamientos privados se puede correr sin lastres. El 23 de noviembre de 2008, Sebastian Loeb terminó octavo de diez unas pruebas en Montmeló, y se quedó a dos segundos del mejor tiempo de Sato. Lo más positivo es que no cometió ningún error. De hecho, el jefe de ingenieros de test del equipo austriaco, Christian Casanova, se deshizo en elogios: "Podría ser un piloto de mitad de la tabla".
Ayer en Jerez, el pentacampeón del mundo de rallys probó con las jóvenes promesas de GP2 sin trampa ni cartón y se quedó último a 2,2 segundos del mejor tiempo del sueco Ericsson. Y es un buen resultado, pero no es suficiente para la igualadísima F-1 actual. Le separaron ocho décimas del otro piloto que ensayó con DPR, el rumano Michael Herck, que corrió este año con ese monoplaza. Y a milésimas del penúltimo y desconocido Arabadhziev. Por la mañana, en agua, sacó mano de su habilidad para derrapar y fue un destacable 18º. Su esperanza era correr en Abu Dhabi con un Toro Rosso. Parece difícil.