El Celta afronta la tercera ronda de la Copa del Rey, a partido único en Girona, con sentimientos encontrados. El torneo copero lastra a una escuadra que aún renquea en la Liga pese a la victoria de Huelva. Cualquier distracción molesta. A la vez, cruzar esta frontera permitiría a los celestes acceder a un bombo en el que ya entrarán los equipos de Primera, grandes incluidos. Eusebio no quiere despreciar la posibilidad de regalarle a la hinchada la visita a Balaídos del Barça o el Real Madrid. El técnico intentará conjugar ambas pulsiones. La materia le exige un equilibrio delicado.
Eusebio introducirá cambios respecto a la última alineación liguera. El técnico quiere inyectarle sangre fresca a la escuadra. Su apuesta por la cantera no admite dudas y le protege de las críticas más feroces a su gestión. Ha reclamado la presencia en Girona de Túñez y Toni. También de Joselu, al que concederá minutos para que vaya recuperando el ritmo perdido durante su lesión de hombro. El dezano incluso podría irrumpir en el once inicial ya que el otro ariete de referencia, Arthuro, ha sufrido un leve esguince y Iago Aspas, nueve de urgencia, acumula muchos minutos. Otras piezas esenciales merecen descanso, como Trashorras.
A la Copa del Rey regresa el equipo con la fe recompuesta en su filosofía básica. La tormenta había obligado a Eusebio a jugar contra natura en Huelva, con un 4-2-3-1 y renunciando al balón. La resurrección se produjo gracias al regreso a los orígenes, ese 4-3-3 concebido para el control que el pucelano lleva en su sangre barcelonista. Feliz, reincidirá en la idea. En Montilivi experimenta hasta cierto punto con gaseosa. El entorno encajaría una eliminación sin excesivos aspavientos.
La Copa del Rey, el viejo sueño vigués, no interesa ahora en su vertiente competitiva. Es a ese nivel un campo de corto recorrido para los celestes. Seduce, en cambio, por su promesa de goce inmediato, de diversión e ingresos. Este año, todos los equipos de Primera entran en liza ya a doble partido en la próxima ronda, que corresponde a los dieciseisavos de final. Y los que están disputando competición europea se cruzarán obligatoriamente con rivales de inferior categoría. El Celta, si supera al Girona, acudirá con muchas papeletas a la tómbola del Barça y el Real Madrid. Una fiesta para la vista y la taquilla, aunque también dolorosa por el recuerdo de lo que el celtismo ha perdido.
Este razonamiento se repite en las filas locales. El Girona acude a la cita con el Celta con sus mismas cuitas y vacilaciones. Está un puesto por debajo, también en zona de descenso, con 4 puntos. El Girona quiere ganar en casa, antes que nada, por rememorar qué se siente. En lo que va de temporada no lo ha conseguido.
Cristóbal Parralo agitará su combinación habitual igual que Eusebio Sacristán. El suyo es un duelo con chicha. Ambos, de prestigioso currículo como futbolistas, están teniendo un debut sufrido como responsables técnicos de un proyecto. Sobre el tablero de ajedrez de Montilivi reeditarán los derbis catalanes, perico el local y azulgrana el visitante, aunque en realidad nunca llegaron a cruzarse en uno (Cristóbal llegó al Espanyol el año que Eusebio acababa de abandonar el Barça).
En cuanto al escenario, supuestamente se han solucionado los problemas de desagüe que convirtieron el Girona-Celta liguero de la pasada campaña en una batalla marítima. Los partes meteorológicos descartan lluvia aunque también el cielo tiene su cuota de decisión